jueves, 16 de junio de 2011

Lágrimas del Teide

                                Ocurrió en 1989

     Los momentos en los que La Tierra, por intromisión, quitaba brillo a nuestro satélite, fueron vistos en la tarde-noche de ayer por millones de personas en todo el mundo. Las Islas Afortunadas, volvieron a hacer honor a este merecido calificativo, delegando para la ocasión en Nivaria. Ver como la sombra del Teide señala con precisión casi milimétrica el eclipse lunar, es un espectáculo de la naturaleza que incluso está fuera del alcance de los directores artísticos más prestigiosos de este planeta.
                                           Foto del Silense Pedro Augusto Baez
 
    La luna se mostraba con un tono rojizo propiciado por las  partículas en suspensión provocadas por las emisiones de varios volcanes durante los últimos meses. Tampoco faltaron las inoportunas nubes, ya se sabe que en toda “fiesta” siempre se presenta algún/a impertinente. En Las Cañadas se congregaron decenas de científicos y muchos aficionados, llegados desde varias ciudades españolas, que han contemplado además durante el crepúsculo, cómo a la alineación perfecta que formaban el Sol, la Tierra y la Luna se sumaba la sombra de nuestro Teide.  Me contaban a través de las redes sociales que muchos se llegaron a emocionar, a lo que siempre respondí “Es que el Teide emociona”. Normalmente procuro  “no dar puntada sin hilo” y en referencia a la frase de la emoción que provoca el volcán  en mi , no he hecho una excepción.

   Varias décadas atrás se debatía en nuestro País la eliminación del servicio militar obligatorio. Pensando en positivo, mi familia me decía que con un poco de suerte habrían posibilidades de que la nueva ley me pillase…no fue así. Como mal menor, todavía tenía esperanzas de que me tocase servir nueve meses en lugar de doce, ya que se había planteado una especie de “rebaja de condena” para los que estábamos obligados a ingresar en filas…tampoco fue así. Un último recurso para no ser esquivo con el optimismo era pensar que mi destino estuviese cerca de casa. Cualquier cuartel de Tenerife me facilitaría estar próximo a  la familia, al fin y al cabo, con diecinueve años ya eres un hombrecito para ciertas cosas pero un jovencito inseguro para otras. El optimismo, el positivismo y el sorteo, me enviaron de cabeza durante un año a Gran Canaria.

   No hizo falta más tiempo, bastó con una semana en Las Palmas para tener batallitas que contar y para que mi moral quedase minada. Un compañero, (recluta también), intentó suicidarse colgándose de un árbol con el correaje del uniforme. De inmediato, alarmados por nuestros gritos aparecieron los mandos del regimiento. Por un momento pensé que tratarían de tranquilizarnos y que sabrían actuar ante una situación tan extrema como aquella. –Nenazas, ¿Por qué gritáis?, iros acostumbrando a esto. El próximo que se quiera matar que me pida ayuda- Así de sutil fue el pronunciamiento de uno de mis superiores. Corrí hacia el servicio con el estómago en “modo centrifugado on” en busca de alivio, sin embargo, lo que encontré fue un soldado veterano que cogiéndome fuertemente del cuello y empujándome contra la pared me dijo con un inconfundible acento andaluz, -vigila que no venga nadie o te pincho- mientras me mostraba la jeringuilla que sostenía en su otra mano. Acto seguido calentó con un mechero no se que sustancia mezclada con limón en una cuchara. Lo que continuaba preferí ignorarlo; me temblaban las piernas con mayor intensidad que el día del examen práctico para el carné de conducir. Me limité a custodiar la entrada de aquellas letrinas hasta que el energúmeno en cuestión saciase sus adicciones. Todavía tuvo tiempo para invitarme a compartir su jeringa, afirmando que más tarde o más temprano, estando en aquel lugar me haría falta. SALÍ POR PATAS.

   Todo sucedió en una tarde en la que suponíamos que tendríamos algo de libertad. Intenté sobreponerme a tanta adversidad tumbándome sobre mi litera para  pensar que nada de lo vivido era verdad. Minutos más tarde, sólo un par de minutos más tarde, voz en grito de un sargento pidiendo que formásemos porque nos íbamos de excursión sorpresa, (instrucción nocturna). Con tanto ajetreo olvidé llevar a la instrucción el corcho que se utilizaba para pintarnos la cara y poder quedar mimetizados ante el supuesto enemigo. -No te preocupes, aquí hay solución para todo, si olvidaste el corcho, mea en la tierra, haz barro y te pintas con eso- dijo el iracundo Mr. Sargent. Ante mi incredulidad apuntilló – O meas tú o meo yo-

   A la mañana siguiente, antes de formar para el desayuno e inquieto por no saber lo que me podía deparar el día, traté de desconectar un poco y curioseando me “alongué” en un muro del patio de armas. Estaba allí: Firme, contundente, precioso; tan cerca pero tan lejos. Como decimos l@s Canari@s, me bajaron las lágrimas como a un niño chico y para más INRI era Noviembre y estaba nevado… y es que El Teide emociona.

   Fueron los primeros días de mi servicio militar, pero no todo fue malo. En ese año descubrí que Gran Canaria es una isla maravillosa con una gente maravillosa. Descubrí también el verdadero significado de una frase muy socorrida…descubrí, que cuando vas a servir a la Madre Patria, es cuando te das cuenta de que “Madre no hay más que una”

   No hubiese sido justo que María, en un futuro espero que muy lejano, cuando le apetezca repasar esta humilde y personal herencia literaria, no encontrase entre las batallitas narradas, unas líneas dedicadas a la puta mili. (No tacho por rectificación, sino por educación) .

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