domingo, 10 de octubre de 2010

Cuestión de biorritmos

                    Ocurrió en 1998


   Siempre estoy buscando alguna excusa para evitar ir a ese tipo de eventos multitudinarios donde los decibelios  alcanzan cotas elevadísimas. Hoy por hoy afronto el día de descanso anhelando poder disfrutar de la tranquilidad del hogar y esperando que la salida más larga sufra un stop a escasos dos kilómetros de casa, en el que llamamos “Paseo de la ballena”.

 Me gusta ese lugar por la tranquilidad que ofrece. Hasta le he cogido cariño. Considero un privilegio sentarme en uno de sus bancos y respirar aire puro mientras veo el andar parsimonioso de los transeúntes. Posiblemente exagero si digo que es un lugar paradisíaco, pero me baso en la teoría de que reúne todas las condiciones  para poder hacer un auténtico ejercicio de relajación. El batir de las olas oficia de música terapéutica y puedo gozar de un ambiente sereno que sólo se ve alterado en ocasiones por las travesuras de María y la consiguiente regañina de su madre, circunstancia ésta que incluso me hace sonreír porque no hay quien soporte el ritmo de esta niña. Es sorprendente comprobar la fuente de energía inagotable que tienen los pequeños; ¿no se cansan nunca? Los entendidos lo atribuyen a los biorritmos y aseguran que se debe a esos ciclos naturales de energía que son estables en nuestros primeros años de vida pero que, conforme maduramos, pierden su conducta lineal para convertirse en  altibajos contínuos.

   Debe ser que me estoy haciendo mayor. Echando la vista atrás, por los años noventa,  recuerdo ser parte activa de un grupo de amigos entusiastas. Siempre había tiempo para todo. Nos implicábamos en infinidad de actividades de carácter sociocultural, hasta el punto de constituirnos en sociedad fundando la “Asociación Juvenil Talavera”. Limpiábamos senderos, playas, concertábamos hermanamientos con otros colectivos, organizábamos actos culturales como el Corpus Christi, las fiestas populares de San Bernardo, San Cristóbal y La Inmaculada Concepción, el Entierro de la Sardina y otras muchas actividades. Recuerdo con especial cariño la creación de un periódico de ámbito local al que llamamos “La Voz de Daute”. Con todo, todavía quedaban energías y tiempo para salir de fiesta, o mejor dicho, obligatoriamente había que reservar tiempo para salir de fiesta. Sábado tras sábado perseguíamos la novelería de algún pueblo de la isla y allí acudíamos fieles a la verbena cual “Turronera de Maribel”. Salvo enfermedad o contingencia grave, no cabían disculpas; teníamos que salir de marcha si o si. Mas, recuerdo una fecha en que la situación se presentó complicada. Estábamos inmersos en la organización de las fiestas patronales de nuestro barrio y lo recaudado hasta el momento estaba por debajo de las previsiones más pesimistas. Nos reunimos esa tarde de sábado y convenimos en que todo se solucionaría incrementando el ritmo de trabajo y acordamos que el domingo a primera hora tendríamos que “ir a pedir”, (término que empleábamos  para definir la labor de ir llamando puerta por puerta, en un pueblo determinado, donde tendríamos que presentarnos como comisión de festejos y poniendo carita de buena gente, solicitábamos al vecino de turno su colaboración económica).

   A decir verdad, siendo tan jóvenes despertábamos algo de desconfianza entre los vecinos, máxime cuando se trataba de pedir dinero. Obviamente en nuestro pueblo eso no era inconveniente ya que la gente nos conocía y contábamos con “su bendición”, pero fuera todo era diferente y en aquella ocasión tocaba ir a pedir a Buenavista del Norte y Las Portelas.  Concluida la reunión y a modo de consuelo comenté al grupo que ante la necesidad de descansar era hasta positivo que no hubiese ningún baile por nuestra zona, pues lo más cercano era el tradicional baile de magos de Los Realejos; así las cosas, todos para casa con cara de resignación. No habían pasado dos horas cuando aquel móvil “Alcatel” de unos veinte centímetro de longitud empezó a sonar. Al contestar se produjo una conversación que parecía parodiar el pasaje Bíblico donde Adán terminaba sucumbiendo ante las tentaciones de la serpiente, sólo que en esta ocasión no existían connotaciones lujuriosas, pues Lorena era como mi hermana pequeña y lo único que pretendía era que fuésemos al baile de magos de Los Realejos.

-Estás loca – le dije- Sabes que mañana a primera hora tenemos que ir a pedir.

- ¿Cuál es el problema? Vamos al baile, regresamos al amanecer, nos cambiamos de ropa y a pedir; por un día sin dormir no va a pasar nada. – replicó ella-

   Terminé aquella conversación con un no rotundo. Su segunda llamada obtuvo la misma respuesta. En la tercera utilizó recursos de manera capciosa que casi textualmente decían -Claro, es que seguro que vas con tus amiguitos… a lo mejor es que no quieres que te acompañe. Se produjo la cuarta llamada y acabé buscando en el armario el traje típico. Fue una buena noche.

    Siendo más joven que yo, Lorena mostraba hacia mí una tendencia ciertamente proteccionista. Hacía una selección de la gente que me rodeaba y siempre que podía se acercaba para decirme al oído –con ésta si, con aquella no, cuidado con la otra, mira que esa es una lagarta. En cierto modo confieso que casi siempre coincidíamos.

    Sobre las dos de la madrugada observó que una morena guapísima había despertado mucho interés en mí, además, no dejaba de mirarla porque su rostro me resultaba familiar. –Guapa ¿verdad? Apuntó Lorena dejando en evidencia mi poca habilidad para disimular ciertas conductas. Sus palabras me dieron alas y poco a poco fui tanteando el terreno para comprobar si obtenía reciprocidad en lo que al coqueteo con aquella morenaza se refiere. –Atácale, no seas bobo- sentenció mi representante oficial. No podía dejar pasar aquella oportunidad; lo cierto es que no fui yo quien dio el primer paso, pues la joven que me gustaba, se acercó a mí y movió ficha diciéndome algo. Con tanto bullicio y por lo incierto de la situación no logré entender lo que me dijo y queriéndole decir que estaba seguro de conocerla le comenté afirmando -Te conozco de algo. ¡Para que fue aquello! La morena interpreto que mis palabras llevaban una gran dosis de arrogancia y le puso hasta signos de interrogación. Entendió que con la frase pretendía ignorarla. Por más que intenté explicarme, todo acabó en una gran discusión donde el calificativo más suave que recibí fue el de  engreído prepotente. A partir de ahí procuré seguir divirtiéndome pero ya había perdido la motivación.

   Por una vez que se equivocaba tampoco era cuestión de reprochar a Lorena el desatino de su ojo clínico. Entre unas cosas y otras, pasaron las horas y llegó el momento de volver a casa. La ducha convenida sirvió para disimular los visibles efectos que  trasnochar produce en el rostro. Llegamos al punto de reunión y con el resto del grupo emprendimos la faena recaudatoria. En el cielo ni una nube que amortiguara el castigo del sol en nuestros ojos cansados, pero daba igual, había que cumplir. Como no podía ser de otra manera, una vez más se dieron las típicas frases que escuchas después de llamar a una puerta para pedir dinero. “Mi madre dice que no está”, “Yo no doy para fiestas”, “Pasa otro día que todavía no he cobrado… Me llamó la atención el caso de un señor que nos recibió refunfuñando pero que al final terminó contribuyendo de manera contundente tras haber sido convencido por alguien desde el interior de su casa. En fin, hay anécdotas para escribir un libro. Terminamos después del mediodía y para ser sinceros, pese al cansancio, el día se dio mejor que la noche en función de los resultados obtenidos, pues se recaudó una suma importante. A día de hoy, metidos en pleno siglo veintiuno, es difícil ver a jóvenes comprometidos y estoy convencido que muchas veces es por la falta de colaboración de nosotros, los más veteranos.

Por cierto, seis años después de aquel baile de magos, por culpa de una enfermedad pasajera, Lorena no pudo asistir a lo que fue una gran fiesta, pues resulta que en septiembre de dos mil cuatro, aquella morenaza y yo nos casamos en Buenavista y celebramos el banquete en Los Silos.
NOTA: El señor que primero refunfuñó y después colaboró, es mi suegro y Lorena sigue siendo mi hermana pequeña.

3 comentarios:

  1. Una amiga me sugirió tu blog. Ya veo que tiene buen gusto, son lecturas muy amenas y ya me he hecho seguidora. Suerte

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  2. INCREIBLE...... TENEMOS MUY BUENOS RECUERDOS JUNTOS, PARA MI LO MEJOR ES QUE A DIA DE HOY PODEMOS CONTAR ESTAS HISTORIAS JUNTOS, SIGNIFICADO QUE AUN CONSERVAMOS ESA PRECIOSA AMISTAD."MI MADRE NUNCA SE EQUIVOCO CONTIGO TU SABES PQ LO DIGO" EN CUANTO A TU MORENA,TIENE QUE RECONOCER QUE AQUELLA SALIDA FUE DE LAS MEJORES .........AHORA ES TU MUJER. ME SIENTO ORGULLOSA DE TENER UN AMIGO COMO TU,NUESTRA AMISTAD ES TAN LIMPIA QUE SABEMOS QUE SIEMPRE PODEMOS CONTAR UNO CON EL OTRO.TU SI QUE ERES EL HERMANO MAYOR QUE NUNCA TUVE.GRACIAS POR SIEMPRE ESTAR AHI.UN BESO

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  3. Ys sabía que lo mismo barrías que cogías un ordenador o un martillo eléctrico, pero lo de escribir no me lo habías dicho. Encima muy bien.Sigue con ello. Saludos

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